viernes, 23 de enero de 2009

Reflexión inconclusa sobre el deseo

Danae, de Gustav Klimt es toda deseo y erotismo, mientras es seducida por Zeus, quien convertido en lluvia de oro, engendra a Perseo y gracias a ello, se cumple una vez más, una tragedia griega.

Para mí, es inevitable pensar acerca del deseo cada que veo esta pintura. Para Eduard Punset el deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, y hace que vivamos en la improvisación, en el desorden y el capricho; también piensa que quizá es una actitud egocéntrica que nos impide relacionarnos con otros a menos que sea para explotarlos y satisfacer nuestro afán de placer; o simplemente es la puerta de entrada a libertad extrema. Yo creo que es las tres cosas a la vez.

Cuando unos planifican su vida,  otros se la viven al ritmo del deseo. Yo confieso que me sucede más lo segundo que lo primero, por eso cuando me lo preguntan yo digo que soy una hedonista. Aunque tampoco me había preguntando a fondo el significado de ese concepto; Epicuro tenía la propuesta de utilizar la razón para examinar de forma serena y cuidadosa el beneficio o el daño que se siguen de cada una de nuestros deseos y acciones.
Se trata de ser inteligentes en la búsqueda de placeres y en la evitación de dolores, de algo así como una “aritmética del placer”: hay que hacer un cálculo de los placeres y los dolores que se siguen de la realización de un deseo.

Dentro de la filosofía contemporánea, Michel Onfray
es proponente del hedonismo. Él manifiesta que "Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversarios"...

Para mí, el deseo es energía pura, vital... el reflejo mismo de quienes somos. Sí, disfrutar al máximo pero a la vez hacer una justa ecuación de los placeres en juego. Buscar tanto los deseos del alma como los del cuerpo: el placer que da el conocimiento; una buena copa de tinto... o simplemente mirar a través de mi cámara y descubrir otros mundos...