martes, 11 de enero de 2011

Yo AMO a la UNAM

La UNAM y yo tenemos una vieja historia de amor.

Un año después de que nací, le abrió sus puertas a mi familia para trabajar, después de haber estudiado ahí. Mi mamá toda su vida trabajó en la hoy FES Aragón dando clases de italiano. Yo iba y venía de esa escuela, que me parecía enooorme, muy lejos de mi casa en el sur de la ciudad. Recuerdo a la familia insistiéndole a mamá para trabajar en el CLE en CU. Mamá era contundente: "Prefiero cruzar toda la ciudad, pero esta escuela no la cambio. Sus estudiantes son muchachos con muchas ganas de estudiar y de salir adelante, y aunque en CU quizá sea así, prefiero seguir viniendo a Aragón."

Me recuerdo pegando brincos en la serpiente, jugando a ser exploradora en el espacio escultórico, en lo que salía mi tía de lo que antes eran las instalaciones del Conacyt en CU. Ahora es un gran Museo de Ciencia. Cada que entro a UNIVERSUM, intento en vano encontrar el escritorio donde mi tía corregía Ciencia y Desarrollo y las demás publicaciones de Conacyt.

Años más tarde, me brindó la mejor educación en la Escuela de Iniciación Universitaria y la Prepa en la P2, Erasmo Castellanos Quinto. Me enseñó el arte de la fotografía en la P8. Después, me albergó como estudiante de la FCPyS.

Me enseñó a ser crítica, a no conformarme con la realidad de este país, mucho menos con sus gobernantes. Durante la huelga, me enseñó cosas más importantes que la formación estrictamente académica: me dio la oportunidad de expresarme, de disentir, de encontrar puntos en común con mucha gente. Lloré amargamente cuando la vi tomada por la policía. Me hizo enchinar la piel y conmoverme casi al borde de las lágrimas cuando recibió a Marcos, a Cárdenas, a AMLO.

Me dio la oportunidad de prestar mi servicio social en el IIH, ser profesora adjunta en mi escuela, y muchos años más tarde de lo que a mí me hubiera gustado, me dio mi título con todo y mención honorífica (que quizá sólo fue porque de verdad intenté varios años sacar adelante La Fuga de Oblatos). Me ha formado en el arte, en la ciencia. Me hizo irle a los Pumas, aunque muchas veces pierdan... Recuerdo tantos días de conciertos masivos en el Estadio, en el espacio escultórico, en el estadio de prácticas: portazos, acopios, guerras de botellas, grandes slams, baile, mariguana, risas y más música. La Santa, Café Tacuba, Los Aterciopelados, La Cuca, La Casta... Bueno, hasta recuerdo que bajamos a Julieta Venegas a botellazos. Muchos recortes de periódicos de los días posteriores a esos conciertos conforman mi caja de recuerdos.

Simplemente me ha dado a los mejores amigos de mi vida.

Como la vida se compone de una gran cadena de historias sucesivas, ahora yo trabajo en el Conacyt... Ya no está en CU, ahora se ubica en Insurgentes Sur. Tampoco está mi tía. Trato de verla haciendo el trabajo que ahora desempeña impecablemente Margarita, quien, si no me equivoco, también estudió en la UNAM. Reniego de pasar más de 12 horas trabajando en Conacyt como hoy. Pero sé que gracias a la UNAM hago un trabajo digno, que siempre trato de mejorar aunque sea a altas horas.

Gracias al Conacyt, conozco la gran cantidad de investigaciones de alto nivel en todas las ramas del conocimiento surgidas en la UNAM. Me irrita ver la escasa cantidad de recursos que el Gobierno le otorga a la Educación, a la UNAM y la Ciencia y Tecnología del país. Valga decir que me parece obsceno que Calderón haya invertido más en publicidad en un año, que el presupuesto que le da a estos rubros en ese mismo tiempo.

Después de que mi abuela murió, es casi como un ritual cada sábado ir a comer con mi mamá y mis tíos a la Casa Club del Académico, y aunque es del APPPAUNAM y tengo mis severas críticas a dicho Sindicato, cada que entro me siento como en casa. Comemos delicioso, charlamos, vemos bodas o bautizos en los jardines y salones y nos divertimos fantaseando sobre la próxima fiesta que quizá celebremos ahí. Y así me transporto de nuevo a mis 9 años, cuando ahí hice mi primera -y única y última- comunión.

Releo este texto y me siento como abuelita contando historias... Pero estoy segura de que no puedo desligar toda mi vida, todo lo que me hace ser quien soy, todos y cada uno de mis 30 años a los 100 que ahora cumple la UNAM y eso me hace sentirme parte orgullosa, parte cómplice de esta Máxima Casa de Estudios.

No tengo cómo darle las gracias a la UNAM por todo lo que me ha dado. Supongo que la manera es seguir trabajando y luchando por hacer de este México un lugar más justo.

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