miércoles, 13 de abril de 2011

Diario de viaje 5. El Sajara


Hace algunos ayeres en la escuela, mi profesora de Introducción a la Ciencia me puso a leer El Alquimista de Paulo Coelho. La historia nos narra las experiencias de Santiago, “que sigue el camino de sus sueños, para buscar su tesoro personal… y va aprendiendo a escuchar la voz del desierto, del viento, del sol... y la voz de su propio corazón.”

Independientemente de que no aprendí nada de ciencia en esa materia y de que Paulo Coelho me parece algo así como el Carlos Cuauhtémoc Sánchez de Brasil pero con más elementos literarios, imaginar el desierto siempre me transportaba inmediatamente a Libia.

Es espectacular ver los cambios en la geografía. En México me gusta ver el cambio de climas. Del DeEfe a Cuernavaca uno va del smog de la ciudad al bosque, para descender la montaña y llegar al clima tropical de la ciudad de la eterna primavera.

En Libia todo es desierto, pero los cambios son iguales: uno sabe inmediatamente que se encuentra en el Sahara, porque no hay más que inmensas dunas hasta donde la vista alcanza. Después de la ciudad de Ghadames hay que hacer un trayecto de una hora para llegar a en la entrada del Sahara (Sajara, como lo llaman en Libia). Asrruf, nuestro chofer en el viaje condujo por la carretera a medio construir hasta las primeras dunas.

Antes de bajar de la camioneta ya todos nos habíamos quitado los zapatos. Como es invierno, no hace tanto calor en el desierto, de modo que la arena tenía una temperatura lo bastante fresca como para poder caminar sin contratiempos. Conforme uno va subiendo las dunas, la escasa vegetación desaparece. Pronto no queda nada más que arena.

Tratar de escalar la primer duna parece complicado. Subo en diagonal para que el trayecto no resulte pesado. Hodifa y Ammar, mis hermanos más pequeños, suben corriendo y mientras todos vamos a mitad de camino, ellos ya nos saludan desde la cima.

Me sentí como una niña rodando entre las dunas, enarenándome los poros de la piel. Clavando los pies en la arena como si así pudiera sentirme parte de esa maravilla. Papá me ayuda subir hasta la primer cima y me da un abrazo que me recuerda la única frase de El Alquimista que siempre tengo presente: Cuando deseas alguna cosa con todas tus fuerzas, todo el Universo conspira para que la consigas.

Sí, ya sé que es demasiado cursi, pero estando en el desierto uno se transforma. Estando en la cima, no podía creer que estaba ahí, a tantos kilómetros de mi casa. Menos podía creer que estuviera ahí con mi papá, Zakia y mis hermanos. Siempre desee encontrar a mi papá, pero nunca pensé que eso pudiera ser posible. Sin embargo, por algo que aún no alcanzo a comprender, lo encontré sin que me lo hubiera propuesto de manera decidida y consciente.

De pronto, todos callamos, no sé si por cansancio, o porque la inmensidad de aquel lugar impacta a cualquiera. No se escucha nada alrededor, sólo se ven interminables dunas que cambian de acuerdo al viento. Pienso que seguramente en unas horas el paisaje no será el mismo.

“Huda, come, come here…” me grita Hodifa, quien parece nunca cansarse. Corro tras él mientras sube y sube. Cuando logro alcanzarlo, me siento conmovida, me siento chiquita, siempre que estoy en espacios naturales me sucede. Nunca había estado en un lugar así. Es mágico. Miro a mi alrededor… Es la voz del desierto. Es la primera vez que siento paz en mucho tiempo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Diario -interrumpido- de viaje 4. Fijando postura


El pasado 25 de febrero se llevó a cabo una manifestación frente a la embajada de Libia en México. La convocatoria fue lanzada por los egresados de la maestría en ciencias sociales de FLACSO- México y a la que se adhirieron otras organizaciones como la Liga de Trabajadores Socialistas.
Para mí, la manifestación implicaba sentimientos personales muy fuertes. Sé que mi familia está bien. Todos están vivos, pero no sé nada más. Las comunicaciones han sido escasas y lo primero que mi hermana Amera o mi papá dicen al escucharme es: No te preocupes, estamos todos bien… aquí no está pasando nada… lo que dicen en las noticias no es cierto.
Vaya, que si buscan despreocuparme, no lo están logrando. Yo, como siempre, pienso lo peor: “es que seguramente ya no pueden ver otros canales más que la televisión oficial, y entonces pueden hacer parecer que efectivamente nada pasa… así la gente se confía, sale a las calles y la matan… así nomás, llegan y la matan.” –Es que después de todo, con los medios de comunicación, uno ya no sabe que es lo que sucede en realidad.
Pero a veces también me inunda la esperanza, raro en mí, y me da por pensar que ellos están bien, que no necesitan nada y que la situación en Trípoli no es tan mala… claro está que estos episodios son poco comunes.
Pero volvamos unos días atrás.
Cuando sucedieron los primeros enfrentamientos en Libia, Ferial, mi amiga de la embajada de Libia en México, me llamaba casi con la voz quebrada preguntándome si había podido comunicarme con mi papá, porque ella no. Por fortuna, papá me llamó esa mañana para decirme que todos estaban bien, así que tratando de tranquilizarla, le dije que no debía preocuparse… como si al decirle eso, yo me tranquilizara igualmente.
Los días fueron pasando y Ferial y yo nos llamábamos casi a diario para ver qué sabíamos de nuestras familias. Ella, que sí sabe árabe, me explicaba que estaban bombardeando Trípoli o que había mercenarios en las calles.
Yo, que me sugestiono con facilidad corrí a ver Al Jazeera en Internet (cadena de noticias árabe, que tiene su sede en Doha, Qatar). En Facebook me agregué en Aljazeera Sport y después de ver la confusión, me agregué en Aljazeera english. Ferial me mandó unos videos y en ellos vi tomas de las calles desoladas de Trípoli. Hasta creo haber reconocido ciertas avenidas. Las calles se ven cerradas por barricadas improvisadas… Llantas, muebles, árboles, lo que sea para que los tanques y los mercenarios no pasen. Imaginé el clima: las calles estaban mojadas… seguro hacía frío porque así se sienten los días lluviosos de invierno en Trípoli.
El siguiente video fue del TMC, el centro médico de Trípoli, donde mis hermanas Amera y Kholod estudian. Son pocos segundos de una grabación en la que se ve a unos doctores pasando a toda velocidad con una camilla. El siguiente corte es la morgue.
Decidí no ver más. Me impresiona el hecho de ver imágenes de las calles que hasta hace pocos días recorrí. Si no mal recuerdo, estuve cuatro o cinco veces en la Plaza Verde. Un día me fui con mis hermanas a la Universidad y al TMC. Cada que veo fotos o videos, o leo las notas, me siento bastante impotente porque no puedo hacer nada desde acá, más que marcar obsesivamente el teléfono de casa, la mayoría de las veces con la respuesta: “todas las líneas se encuentran ocupadas…” Y cuando hablo con mi familia me frustro más porque no sé en realidad si están bien o no.
De manera que la manifestación era algo que no podía perder… Era como si de alguna manera sintiera que estoy un poquito más cerca de mi familia y que estoy haciendo algo por ellos. La verdad es que eso no es nada más que mis buenas intenciones.
El viernes 25 llegué a la calle de Horacio y no supe para qué lado irme: Si saludaba a Ferial, quien estaba en la puerta de la embajada o sí me iba con la gente que estaba en el camellón reuniéndose lista para comenzar con la manifestación.
Y aclaro el porqué: Entiendo la necesidad de hacer la manifestación contra Gadaffi frente a la sede diplomática, porque si no, en dónde. Pero también sé que la gente de la embajada no está con Gadaffi, sé que ellos tienen a todas sus familias en Libia y que temen por lo que les pueda ocurrir.
Ahora también entiendo que trabajar en la embajada es más una necesidad que un gusto. En Libia, todos o casi todos trabajan para el gobierno, pero eso no necesariamente quiere decir que sea porque le son fieles al régimen. Es como yo, trabajo en Conacyt y me cae de madres que no soy panista… pero tampoco soy priista o perredista, o del verde. Soy apartidista y punto.
Decidí saludar a Ferial de lejos y después me acerqué a Ramón de FLACSO. Se acordaba de mí, pero no recordaba bien a bien de dónde era. Después de darle referencias de más, él se fue a organizar a la banda para comenzar con el acto.
Y será porque conozco algo de FLACSO, pero me parece que el discurso de Ramón fue el más pertinente de la tarde. Dando un contexto de Libia, dijo claramente porqué tiene que salir Gadaffi, y sin descuidar el foco principal de la concentración, también dijo porqué no hay que descuidar el panorama mexicano.
Luego vino la segunda intervención de la tarde. No es que fuera mala, pero me parece que hubo juicios hechos sin fundamentos. En algún momento habló de la lucha de las mujeres libias… ¡Si Libia no es Túnez!
Yo estuve en Libia hace unas semanas y claro, eso no me hace conocedora ni experta del tema, pero las mujeres libias no son como las tunecinas. Sana Ben Achour, Presidenta de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas, dijo: “Desde que empezó el movimiento revolucionario contra el régimen (en Túnez, por supuesto), las mujeres han estado presentes en las calles. Son mujeres de clase media, de las clases populares, universitarias, jóvenes. Todas estaban allí y han participado en esta ola que comenzó el 17 de diciembre, después de que el joven Bouazizi se inmolara…”
En Libia, la situación es de exclusión para las mujeres. El caso más sonado de una activista libia es el de Salwa Bugaigis, una abogada de unos cuarenta y cinco años, quien está organizando y dirigiendo la resistencia desde un edificio de cuatro plantas que antes era la Oficina del Procurador y que está cerca de la playa de la segunda ciudad más importante del país, Benghazi.
Pero, en general, en Libia las mujeres apoyan de otras maneras: Cuidando y protegiendo a los hijos, procurando la comida, ayudando a los hombres en la resistencia desde casa, pero no, yo no veo mujeres que salgan a las calles, a diferencia de Túnez o Egipto. Vean las fotos. Las mujeres prácticamente no aparecen.
En eso salió el embajador. Un discurso ambiguo que a nadie dejó contento. En su mensaje decía que el estaba con el pueblo libio. Y ya. Una frase que no compromete a nada. Exigimos que renunciara, que se pronunciara contra Gadaffi. No lo hizo. Ferial después me explicó que seguramente es porque tiene miedo a las represalias contra su familia. No lo justifico, pero lo entiendo.
La manifestación siguió su curso, y voy de acuerdo, como planteaba Ramón, que no hay que descuidar nuestra atención a los problemas que acá vivimos. En México, en esta estúpida guerra llevamos más de 30 mil muertos, pero la protesta era por Libia.
No entendía para qué gritábamos que se fuera Calderón, si a fin de cuentas la gente de la embajada es en su mayoría libia. No entendía qué tenía que ver la injerencia de EU en América Latina, si a lo que íbamos era a expresar nuestra inconformidad con la injerencia de EU en el Magreb y Medio Oriente.
Me sentí con el corazón roto, así como cuando me despedí en el aeropuerto, tanto al salir de México, como al salir de Libia. En el acto vi a un par de chicas usar el hiyab de cualquier manera, menos como lo usan las mujeres en libia y me revisé las manos tatuadas por el henna que me pusieron en casa un día antes de partir.
Hubo un momento en que no supe qué estaba haciendo ahí, gritando consignas contra Calderón –que se las merece–, pero que no era el escenario donde debía de hacerse. Sentí que aunque fueran buenas intenciones había un desconocimiento brutal de Libia… El mundo árabe está lejos de nuestra comprensión, si no nos informamos y más aún, si no tratamos de dejar de lado nuestra visión occidental, por más liberal que sea.
Salí de la manifestación junto a Ferial que también salía de la embajada. Sentí cómo mucha gente se me quedó viendo como… ¿y bueno, que ésta no estaba en la manifestación? ¿Qué hace con una gente que trabaja para el asesino de Gadaffi? Decidí no mirar atrás.
Esa noche Ferial, Jorge su esposo, y su hija Dunia acabamos comiendo en El Camellito y sentí mucha nostalgia por mi familia y porque por esas calles hace no mucho tiempo pedí un deseo de amor mirando la Luna, Saturno y las estrellas. Aunque la comida era libanesa, no libia, el tabule, el canclish y las aceitunas negras me reconfortaron.
El domingo siguiente hice de comer. Preparé el cuscusi como lo prepara mi familia. Todos los presentes comimos del mismo plato y nos sentamos en el suelo, como yo me sentaba en mi casa en el barrio de Ben Ashur en Trípoli.
Ese día Amera, mi hermana, me llamó para ver si me había salido bien la comida. Yo me quedé con la pregunta en la boca de si ellos necesitaban algo. Ya sabía lo que me respondería.
Desde ese día no sé nada de ellos. Paso el día pegada a la computadora y escucho los discursos delirantes de Gadaffi, de Chávez y de Clinton…mientras espero a que mi celular suene para otra vez escuchar: estamos todos bien, no te preocupes.


A manera de Posdata: Los diarios de viaje están listos para publicarse, hay muchas historias por contar y más fotografías por ver, pero de alguna manera, ante la situación de emergencia que vive Libia, me parece un sinsentido continuar la publicación... La reanudaré en cuanto avisoremos una salida... la cual no parece estar cercana y tampoco parece ser la mejor. En la manifestación, el últmo orador decía no al intervencionismo en Libia, así que fuera Gadaffi, pero también fuera EU, la ONU y la OTAN. Libia es del pueblo libio.

jueves, 17 de febrero de 2011

Diario de viaje 3. Gadaffi, El Ché, Omar Mukhtar, Hugo Chávez y una posible revolución


Tras las masivas manifestaciones que se sucedieron en Túnez desde el 17 de diciembre y que supusieron la caída del presidente Zine el Abidine Ben Ali, el martes 27 de enero, miles de manifestantes coparon las calles de El Cairo para pedir reformas al gobierno de Hosni Mubarak, que llevaba 30 años en el poder.
Cuando llegué a Libia aun no comenzaba el conflicto en Egipto, el país vecino. Regresé a México hace unos días y las manifestaciones en contra de Muammar Gaddafi ya comenzaron en el que ahora también es mi país, así que por poco me tocaba ser corresponsal. La verdad, es que me hubiera encantado estar ahí para ver caer un régimen dictatorial de más de cuarenta años.
Casi saliendo del aeropuerto me di cuenta de que en lugar de anuncios espectaculares comerciales, las únicas imágenes que uno ve son las Gaddafi, el que alguna vez fue Líder de la Revolución Libia, cuando en septiembre de 1969 derrocó el régimen monárquico del Rey Idris.
Mi hermana Kholod lo admira. Pasamos en el coche y me dice que ella le está muy agradecida, pues el país ha cambiado mucho y todos tienen acceso a cosas que antes no tenían o no estaban permitidas. Yo, que prácticamente no tenía ni treinta minutos de haber conocido a mi familia en persona, decidí guardarme mis opiniones personales, pero un tenso silencio donde nadie más acompañó a Kholod con sus comentarios, me hizo pensar que no toda la familia está de acuerdo.
Cuando era niña, recuerdo que en el librero de mi mamá había una biografía en italiano sobre Gaddafi. La portada tenía una foto de él, supongo que por los años en los que encabezó la Revolución, cuando con menos de treinta años de edad, se puso al mando de la Junta Militar, el Consejo del Mando de la Revolución, y anunció los puntos fundamentales de su gobierno.
Recuerdo ver el libro y sentir odio por la imagen de ese hombre pues pensaba que por su culpa, papá no podía vivir con nosotras.
Muchas veces han intentado derrocar a Gaddafi. El 1986, Estados Unidos bombardeó a Libia. En ese ataque la hija de Gaddafi resultó muerta. Por muchos años pensé que también papá había muerto en ese bombardeo, pues coincide con las fechas en las que mamá y yo dejamos de tener comunicación con él. Luego, en octubre de 1993, integrantes del ejército libio realizaron tres intentos fallidos de asesinarlo.
Quienes lo defienden dicen que es un líder hábil, revolucionario e idealista; quienes estamos en su contra, pensamos sin duda que es un líder muy hábil, pues si ha permanecido en el poder por tantos años no quiero imaginar a través de cuántas torturas, encarcelamientos y asesinatos políticos ha sido. De acuerdo con cifras de 2006 publicadas en Wikipedia, habría cerca de 343 víctimas de asesinato político, y Fathi Eljahmi, uno de los disidentes más destacados, ha estado encarcelado desde el 2002. Es un personaje contradictorio. En 1970 exigió y obtuvo que se retiraran las bases extranjeras y se nacionalizaron algunas empresas petroleras. Se iniciaron los planes agrícolas en la costa del país. Prohibió el consumo de alcohol a cualquier persona dentro de territorio libio y decidió aumentar la igualdad de la mujer en la sociedad. En 1977 proclamaba la Jamahiriya (término árabe que puede traducirse como Estado de las Masas) Árabe Libia Popular y Socialista. El nivel de vida de la población creció rápidamente con los beneficios del petróleo, convirtiendo a Libia en la nación africana con mayor PIB. Sin duda, esto ya no es así. El país luce pobre. La riqueza, como siempre está concentrada en la gente allegada al poder.
Conforme los días pasaron, traté de armar un rompecabezas con preguntas inocentes a mi familia. Aunque todos tienen la oportunidad de estudiar y trabajar para el gobierno, mi tío Mohammed me dice que la mayoría de la gente tiene que reventarse el lomo trabajando para obtener cerca de 400 dólares al mes.
Un día, lavando miles tazas, cucharas y unos cuantos platos de la comida, le pregunté a mi hermana Amera porqué había regañado a mi prima Bushra la noche anterior que nos bajamos de un taxi. Ella me respondió que cerca del 90 por ciento de los taxistas de Trípoli son policías y que generalmente hablan mal del régimen para ver quién está alineado a Gaddafi y quién no. También me dijo que en la Universidad hay policías vestidos de civiles que se hacen pasar por estudiantes.
La paranoia es permanente. Uno nunca sabe quién es policía. El miedo es lo que frena a la gente a organizarse. Uno nunca sabe quién puede ser policía.
En este ambiente enrarecido, también conviven otros personajes. No sé si justo porque son policías encubiertos, es común ver en la parte trasera de los taxis calcomanías de Omar Mukhtar, el líder del movimiento de resistencia contra la ocupación militar italiana que tuvo lugar en el país por más de veinte años. Pero lo más sorprendente es ver al lado, la calcomanía con la imagen mítica del Che Guevara. Ellos son ejemplos a seguir, dicen. Sí, claro que lo son. Justo ellos dos peleaban por causas contrarias a las del régimen de Gaddafi… es muy extraño ver cómo pueden convivir estas imágenes justo al lado de un dictador.
Y yo no soy una apasionada del futbol, pero me gusta. Como no entendía un carajo de árabe, ver fútbol en la tele me reconfortaba porque comprendía lo que pasaba en la cancha sin necesidad de escuchar al comentarista. Así que un buen día estaba con mi hermano Mohammed viendo un partido de la Liga Premier de Libia. En esa ocasión jugaba el Al-Ahly Sporting Club de Trípoli.
Todo iba de maravilla hasta que en un paneo, me fijé que en la vallas que estaban alrededor de la cancha se leía. Hugo Chavez… y letras árabes. Inmediatamente le pregunté a Mohammed porqué estaba escrito el nombre de Chávez. –Así se llama el estadio–. Y mi hermano me lo dijo con tanta naturalidad que preguntarle el porqué del nombre estaba de sobra, pero me respondió: “Es que es único presidente de América que está en contra de Estados Unidos.”
Hace dos años, Chávez condecoró a Gaddafi y le entregó una réplica exacta de la espada usada por Simón Bolívar… Sin palabras.
Debo confesar que me preocupa una revuelta en Libia. Yo siempre he estado en contra de las dictaduras, principalmente la de Estados Unidos, pero me molesta ver la pobreza del país cuando Libia es tan rico en petróleo.
Mi familia no es pobre, no vive en chozas, pero definitivamente no es acomodada. No tengo herencia en pozos petroleros o de pérdida, alguna manada de camellos que pudiera vender a los zoológicos mexicanos. No, definitivamente no. Mi papá se revienta el lomo trabajando todo el día para mantener a la familia.
Estando en Liba pensaba que el miedo es lo único que frenaba a la gente, y recuerdo un artículo de Robert Fisk publicado en La Jornada:
"Si alguna vez –sólo una vez– la gente perdiera el miedo y se levantara para aplastar a sus opresores, el mismo sistema de dolor y horror se volvería su enemigo, y su ferocidad sería precisamente la razón de su derrumbe. Eso es lo que ocurrió en Túnez. Y en Egipto."
Ahora que me encuentro en México, esto comienza a pasar en Libia. La gente comienza a perder el miedo, comienza a despertar… Ojalá sucediera lo mismo de este otro lado del planeta.

jueves, 10 de febrero de 2011

Diario de viaje 2. Tierras lejanas, lugares comunes.


Será acaso por la nostalgia, pero Ghadames, Sabratha y la vieja ciudad de Trípoli me recordaron a mucho a México estando en Libia.
El primer día que llegué, papá nos llevó por la noche a dar un paseo por la ciudad. La luna tenía un precioso halo. No caminamos mucho, me enseñaron en auto las principales avenidas y la muralla de la vieja ciudad. Trípoli hace más de 500 años tenía cinco puertas de entrada para proteger la ciudad del clima o de los piratas.
Inmediatamente pensé en Campeche. He estado dos veces allá y nunca he podido bajar del auto. Sólo la he visto de pasada, sólo que a diferencia de Campeche, en la vieja ciudad de Trípoli hay un enorme bazar donde uno encuentra de todo.
Papá ya tenía un itinerario preparado para todos. Nos esperaba el desierto. Desde que llegué a Trípoli yo ya me sentía en el desierto, pero para llegar a la ciudad Ghadames, a la que llaman la joya del Sahara, hay que hacer un trayecto de cerca de 9 horas, a través de carreteras abandonadas y a media construcción pues se ubica en el medio-oeste de Libia, cerca de la frontera con Argelia.
Salimos desde temprano hacia nuestro destino, empacamos cobijas, comida, ropa y esperamos la camioneta que papá rentó para llegar allá. Ashrruf, el conductor originario de Túnez, está loco: habla un poco de español, un tanto de inglés y una pizca de italiano… y a mí me parecía bastante gracioso que intentara hacer plática conmigo en cualquier idioma. De pronto me dijo, ¿estás segura de que sí es tu familia? Es que ninguno de ustedes se parece–. Yo la verdad creo que tiene razón, cuando veo a mis hermanos, no me encuentro parecido.
La primer parada del viaje fue en Darnash, una antigua ciudad de la que quedan pocos restos. Según pude ver después en fotografías, la construcción semejaba un edificio con muchos cuartos; sin embargo, no hay pisos completamente definidos, uno se da cuenta de eso porque las “ventanas” de cada habitación no están al mismo nivel. Este tipo de arquitectura, al parecer sin mucha planificación, refleja para mí el espíritu de un modo de vida comunitario del pasado.
Lo mismo sucede con Ghadames, que significa “la comida de ayer”. Es una pequeña ciudad que convive con su antigua edificación del siglo XIII armoniosamente. La vieja ciudad está estructurada de manera que las casas son cuartos pequeños, obscuros y frescos. Es laberíntica, hermosísima. Las paredes blancas están decoradas con motivos en color rojo principalmente, los mindares son realmente confortables y los patrones de las telas no distan mucho de los usados por nosotros.
En esta ciudad, las mujeres tenían su reino en las azoteas, puesto que no les tenían permitido caminar por las calles, para evitar que sus vecinos varones pudieran observarlas, así que tenían que ir de azotea en azotea para dirigirse a ver a algún familiar, o ir al mercado. Sólo hasta que llegaban a su destino podían bajar a las calles de la ciudad.
Casi al fondo de la vieja ciudad está el manantial. Sus aguas tibias invitan a echarse un chapuzón, cosa que en cualquier otro lugar hubiera hecho sin pensarlo. Sin embargo, si consideramos que ni siquiera es bien visto que las mujeres usen mangas cortas, mucho menos lo es ponerse un traje de baño.
Con las ganas de aventarme al agua, me conformé con refrescarme la cara y las manos. Paramos para tomar algunas fotografías de los interiores de la ciudad y en ese momento me acordé de Paquimé y Cuarenta Casas en Chihuahua.
Del desierto al mar, lo mismo me sucedió con Sabratha y Tulum, en México. Culturas milenarias, una en la costa Mediterránea y otra en la costa del Caribe, ambas ciudades comerciales hicieron del mar su núcleo de vida.
El teatro, los baños y el obelisco, es lo que más destaca de las ruinas, construidas hace más de 2500 años primero por los fenicios y posteriormente por los romanos. Lo primero que hice al llegar al Mediterráneo fue quitarme los zapatos y sumergir mis pies en el agua helada.
Cada que salgo de viaje, mis regalos favoritos son piedras o caracoles de los lugares que visito, cosa que comparto con mis hermanos, así que siendo seis, ya sin sentir los pies, tuvimos las bolsas de los pantalones repletas de regalos.
Cada que voy a un sitio arqueológico, a una ciudad abandonada, trato de imaginar la vida cotidiana de quienes poblaron semejantes lugares. Libia no fue la excepción.

Durante muchos años traté de imaginar cómo sería la vida en Libia, cómo sería ver de cerca los lugares que tantas veces ví en fotografías... bueno, ahora ya lo se.

martes, 8 de febrero de 2011

Diario de viaje. 1. Intercambios culturales


Siempre pensé que al estar en África, en Libia, una República Socialista Islámica (como se quiera entender eso), me iba a encontrar en un lugar completamente distinto a México, lo cual no es del todo cierto.

El trayecto del aeropuerto a casa me parecía un sueño. Los únicos espectaculares que se ven en las avenidas de Trípoli son imágenes de Gaddafi y el numero 41 que equivale a los años que ha permanecido en el poder.

Sin embargo, no me cabe la menor duda de que la influencia de Occidente está presente. Lo primero que encontré al llegar a mi casa en Libia fue que en la tienda de la esquina había un enorme póster de Lucerdito anunciando la crema anti siete signos de la edad de Olay. Lo primero que me pregunté es si Lucerdito sabría que su imagen estaría en Libia a lo que inmediatamente me respondí que no, en todo caso lo confundiría con el Líbano.

Después de enseñarme la casa y ver que efectivamente no había sala ni comedor, sino un gran salón con alfombras hermosísimas adornado con cojines, que allá llaman mindar, quise hacer mi primera escala técnica en el baño.

Todo iba de maravilla hasta que noté algo extraño… Todo estaba en su lugar, menos el papel; en cambio, había una manguerita con un monomando, que podía apuntar hacia cold o hot. No tuve más que preguntarle a mi hermana Amera el funcionamiento del baño. Ella que es tan linda, me dijo cómo abrir la llave… y ya. Lo demás lo dejo a su imaginación, pero efectivamente, los árabes tienen elevados estándares de higiene corporal.

Luego comenzó la mejor parte del viaje: la comida. Para una occidental como yo, sentarse en la alfombra en flor de loto alrededor de la sufrah (una charola enorme para dar cabida a la familia entera) para comer me cae que no es cosa sencilla. Todos comemos del mismo plato. Sólo cucharas y miles de platillos. Los ingredientes me son familiares, pero a la vez, todo lo que pruebo me parece nuevo y diferente. Hodifa, mi hermanito de siete años, me corrige. Detiene mi mano izquierda del plato y ahí me doy cuenta de que todos sólo comen con la mano derecha.

Culli es la palabra que más recurrente cuando se dirigen a mí… Huda culli, culli. Significa come. Por fortuna, los verbos no se conjugan igual en árabe que en castellano. Yo aprendí a responder ané nakel, que significa algo como estoy comiendo.

Conforme los días pasaron me empecé a sentir en casa. Por ejemplo, accidentalmente me encontré con una novela de época de Televisa transmitida en México en 2007 (Pasión); e inmediatamente me preguntaron quién era la actriz de la telenovela Rubí, protagonizada por Bárbara Mori; luego, por Leticia Calderón, heroína de Esmeralda y no podían faltar las preguntas por los galanes de telenovela. William Levi, Fernando Colunga y Sebastián Rulli, son los favoritos de mis primas y mis hermanas.


Es que todas las cadenas televisivas tienen una misma lógica de mercado. Los temas de ''moral y problemas sociales'' que son el eje central de las novelas despiertan el interés del público en todo el mundo. En Libia, además de ver novelas producidas por Televisa, ven culebrones hechos en Turquía o de Arabia Saudita, y aunque yo no entiendo el árabe, es muy fácil saber de qué tratan, quién es la heroína y el héroe de la historia y quiénes son los malos.


Con ello me pregunto ¿qué nos hace lejanos entonces, si en todo el mundo consumimos los mismos contenidos?

lunes, 17 de enero de 2011

La adiccción de viajar


Mi viaje comenzó con un cachito de corazón roto... dolió partir. No por el tiempo que permaneceré fuera, sino por los sentimientos encontrados que produce. Por lo intenso, por lo repentino de tomar la decisión de tomar un avión que me llevará en unas horas a encontrar a mi familia. Porque si no hacía esto, mi vida, mi corazón me iban a volver más loca de lo que ya estoy.
Yo conozco casi todo México; sin embargo, la emoción del viaje, llegar al aeropuerto, documentar, treparse al avión, se me ha vuelto cotidiano, pero ayer fue muy distinto.
En primera, porque me subi a un avión enoooorme, de esos con tres filas y toda la cosa. Me sirvieron una deliciosa cena, la cual rematé con un vino tinto que me mandó a dormir inmediatamente.
No me resultaron pesadas las horas de viaje. Hace menos de un mes, me pasé 20 horas en un camión hacia Mérida, así que 10 horas, me parecieron un dulce.
No sé si sea por el motivo del viaje o porqué, pero cuando aterricé y salí del avión, me sentía como en uno de tantos viajes que he hecho. Madrid me recibió envuelta en una densa niebla que no permitía ver mucho más allá del próximo edificio terminal.
Tomé mi mochila, salí del avión y me preguntaba cuándo me sentiría emocionadísisisisisisma, y la verdad es que eso no pasó hasta que salí de migración con mi primer sello en el pasaporte.
Cerca de tres horas libres y dos opciones: Quedarme en el aeropuerto o salir a la aventura.
Opté por lo segundo, y cuando menos me dí cuenta, estaba tomando por dos Euros el bus express del aeropuerto que me llevó a la Cibeles.
Siempre dije que el primer lugar del extranjero que quería conocer era Barcelona, pero como hasta ese momento ni siquiera sabía que un viaje a Tripoli me esperaba, cambiar mis propios planes de ruta me parece que es una de las cosas que más he disfrutado.
Es mala idea parar en un lunes en Madrid. Los museos están cerrados: el del Prado, el Thyssen-Bornemiza, pero caminar por la Puerta de Alcalá, ver de lejos a la Cibeles, caminar por la Gran Vía, perderme por las calles, me llenó de felicidad.
Me sentí rara cuando el tráfico paraba en las líneas para que el peatón pasara. Seguro que no entendieron por qué agradecía yo que me hubieran dado el paso, pero es que tendrían que vivir en el DF unos pocos días para comprenderme.
Caminé hasta cansarme. Ahora me duele el hombro, porque la backpack que traigo es enoorme y llevo muchas cosas conmigo.
Repuse mi cartera perdida en Mérida, por otra muy linda que ahora dice Madrid. Traigo un imán para el refri de la casa... porque si compraba una taza más, el riesgo de que Mónica me corra de casa es bastante alto. Ella dice que esa ha sido mi principal contribución a la casa. Yo no tengo la culpa de que a todo el mundo se le ocurra regalar tazas en los eventos a los que voy.
Ahora que lo pienso, podría vivir en Europa. Me gusta la puntualidad. Y no fallan, no hay lugar a dudas, todo está bien cronometrado, explicado, uno no tiene cómo sentirse confundido. Si dicen que a las 5:10 pasa el bus, no hay más allá, paran donde tienen que hacerlo. Creo que ese orden me ayudaría a no ser tan distaída y disipada.
En el bus que me llevó de regreso a Barajas vi los edificios habitacionales, vi cercas graffiteadas que me recordaron a Tijuana aunque no se parecen en nada. Intenté en vano jugarle la partida a la niebla.
La próxima parada: Londres. Una antes de mi destino final, en Tripoli.
Ahora pienso de nuevo que esto de viajar es como el sexo y el chocolate. Uno irremediablemente se vuelve adicto.

martes, 11 de enero de 2011

Dos años, el pasado y el tiempo


La verdad es que abrí este blog porque quería ponerme en contacto con Jesús Zamora para que me orientara sobre textos para mi tesis. La entrada sobre Danae y el deseo, si bien tenía intenciones de escribirla, era un mero ejercicio de soltar las ideas y los dedos.

Mi tesis fue un dolor de cabeza y corazón que me dejó agotada para escribir, pero heme aquí nuevamente y espero postear más seguido.

Walter Benjamin ronda en mi cabeza… pero más que pensar en el análisis científico de la historia al que hace referencia en sus tesis, prefiero enfocarme en el tiempo: “La imagen del pasado pasa de largo velozmente. El pasado sólo es atrapable como la imagen que refulge, para nunca más volver, en el instante en que se vuelve reconocible…”

Cuando atrapo en mi memoria esos instantes de pasado, sé de sobra que nunca más regresarán. Por eso prefiero no volver sobre mis días, como sí así pudieran escapar mis recuerdos a la inevitable presencia del tiempo. Como si así, se salvaran de estar condenados al pasado y pudieran seguir existiendo. Y en esas imágenes -entre las que atrapo y las que quisiera que siguieran existiendo-, está mi historia personal.

A 28 años de no saber nada de él, el pasado se vuelve presente. Él escapó al tiempo para no quedar condenado en el pasado, y hoy más que nunca sé que el encuentro será intensísimo.

Tengo una maleta de rueditas, compraré la mochila de camping con un compartimento especial en el que no pierda mis documentos, ropa la necesaria y los regalos que conecten dos mundos.

...¿Y tienes expectativas?, me preguntan.

-No. Sólo voy con el corazón abierto.

Yo AMO a la UNAM

La UNAM y yo tenemos una vieja historia de amor.

Un año después de que nací, le abrió sus puertas a mi familia para trabajar, después de haber estudiado ahí. Mi mamá toda su vida trabajó en la hoy FES Aragón dando clases de italiano. Yo iba y venía de esa escuela, que me parecía enooorme, muy lejos de mi casa en el sur de la ciudad. Recuerdo a la familia insistiéndole a mamá para trabajar en el CLE en CU. Mamá era contundente: "Prefiero cruzar toda la ciudad, pero esta escuela no la cambio. Sus estudiantes son muchachos con muchas ganas de estudiar y de salir adelante, y aunque en CU quizá sea así, prefiero seguir viniendo a Aragón."

Me recuerdo pegando brincos en la serpiente, jugando a ser exploradora en el espacio escultórico, en lo que salía mi tía de lo que antes eran las instalaciones del Conacyt en CU. Ahora es un gran Museo de Ciencia. Cada que entro a UNIVERSUM, intento en vano encontrar el escritorio donde mi tía corregía Ciencia y Desarrollo y las demás publicaciones de Conacyt.

Años más tarde, me brindó la mejor educación en la Escuela de Iniciación Universitaria y la Prepa en la P2, Erasmo Castellanos Quinto. Me enseñó el arte de la fotografía en la P8. Después, me albergó como estudiante de la FCPyS.

Me enseñó a ser crítica, a no conformarme con la realidad de este país, mucho menos con sus gobernantes. Durante la huelga, me enseñó cosas más importantes que la formación estrictamente académica: me dio la oportunidad de expresarme, de disentir, de encontrar puntos en común con mucha gente. Lloré amargamente cuando la vi tomada por la policía. Me hizo enchinar la piel y conmoverme casi al borde de las lágrimas cuando recibió a Marcos, a Cárdenas, a AMLO.

Me dio la oportunidad de prestar mi servicio social en el IIH, ser profesora adjunta en mi escuela, y muchos años más tarde de lo que a mí me hubiera gustado, me dio mi título con todo y mención honorífica (que quizá sólo fue porque de verdad intenté varios años sacar adelante La Fuga de Oblatos). Me ha formado en el arte, en la ciencia. Me hizo irle a los Pumas, aunque muchas veces pierdan... Recuerdo tantos días de conciertos masivos en el Estadio, en el espacio escultórico, en el estadio de prácticas: portazos, acopios, guerras de botellas, grandes slams, baile, mariguana, risas y más música. La Santa, Café Tacuba, Los Aterciopelados, La Cuca, La Casta... Bueno, hasta recuerdo que bajamos a Julieta Venegas a botellazos. Muchos recortes de periódicos de los días posteriores a esos conciertos conforman mi caja de recuerdos.

Simplemente me ha dado a los mejores amigos de mi vida.

Como la vida se compone de una gran cadena de historias sucesivas, ahora yo trabajo en el Conacyt... Ya no está en CU, ahora se ubica en Insurgentes Sur. Tampoco está mi tía. Trato de verla haciendo el trabajo que ahora desempeña impecablemente Margarita, quien, si no me equivoco, también estudió en la UNAM. Reniego de pasar más de 12 horas trabajando en Conacyt como hoy. Pero sé que gracias a la UNAM hago un trabajo digno, que siempre trato de mejorar aunque sea a altas horas.

Gracias al Conacyt, conozco la gran cantidad de investigaciones de alto nivel en todas las ramas del conocimiento surgidas en la UNAM. Me irrita ver la escasa cantidad de recursos que el Gobierno le otorga a la Educación, a la UNAM y la Ciencia y Tecnología del país. Valga decir que me parece obsceno que Calderón haya invertido más en publicidad en un año, que el presupuesto que le da a estos rubros en ese mismo tiempo.

Después de que mi abuela murió, es casi como un ritual cada sábado ir a comer con mi mamá y mis tíos a la Casa Club del Académico, y aunque es del APPPAUNAM y tengo mis severas críticas a dicho Sindicato, cada que entro me siento como en casa. Comemos delicioso, charlamos, vemos bodas o bautizos en los jardines y salones y nos divertimos fantaseando sobre la próxima fiesta que quizá celebremos ahí. Y así me transporto de nuevo a mis 9 años, cuando ahí hice mi primera -y única y última- comunión.

Releo este texto y me siento como abuelita contando historias... Pero estoy segura de que no puedo desligar toda mi vida, todo lo que me hace ser quien soy, todos y cada uno de mis 30 años a los 100 que ahora cumple la UNAM y eso me hace sentirme parte orgullosa, parte cómplice de esta Máxima Casa de Estudios.

No tengo cómo darle las gracias a la UNAM por todo lo que me ha dado. Supongo que la manera es seguir trabajando y luchando por hacer de este México un lugar más justo.